jueves, 22 de noviembre de 2007

CRÍTICA TEATRAL REALIZADA POR NELSON AGUILERA

“La Casa de Bernarda Alba” : Una reprise memorable!

Después de casi veinticinco años el Arlequín Teatro reprisa la célebre obra de Federico García Lorca. En ambas ocasiones, la misma, fue dirigida por dos Carlos. El primero fue Carlos Aguilera (uruguayo) y el segundo Carlos Benegas (paraguayo).

La obra puede ser analizada desde tres perspectivas: la literaria, la semiótica y la teatral propiamente dicha.

Desde la perspectiva literaria, teniendo en cuenta la teoría historicista, se puede decir que la obra es un reflejo de la situación vivida en la época denominada la España Negra, en la que la opresión y el uso y abuso del autoritarismo llevaron a la muerte no sólo al propio Lorca sino a cientos de miles de españoles que no aceptaron el régimen despótico y tiránico impuesto por Franco. Lorca, como artista, como ser sensible, plasma esta oscura realidad en su célebre obra cuyo estreno nunca pudo ver, ya que recién el 8 de marzo de1945 la estrena Margarita Xirgu en el Teatro Avenida de Buenos Aires a casi diez años del fallecimiento del poeta. La obra es una tragedia y nos presenta la lucha entre el libre albedrío y el fatalismo cuyas bases pueden ser discutidas en gran manera con un grupo de alumnos.¿Era libre Adela de elegir vivir sin Pepe el Romano o el suicidarse era su destino?

Desde la perspectiva semiótica y teatral podemos resaltar la escenografía, las luces, el vestuario, la caracterización, la utilería, la música, la interpretación y la dirección.

La escenografía hecha por José Luis Ardissone es el gran acierto de la obra ya que las ideas del encierro, del encarcelamiento y de la opresión están dadas por la utilización de los tejidos que hacen que los que están dentro o fuera del mismo igualmente estén atrapados bajo las garras del autoritarismo de Bernarda (Edith González Frutos). Así vemos, que tanto la Poncia (interpretada por Amada Gómez) que hace de “carcelera”, como las hijas de Bernarda (Alejandra Ardissone, Mariana Ferreira, Andrea Arriola, Maggy Rojas y Sair Gamarra) se convierten en “prisioneras” en los dominios de Bernarda. Las formas puntiagudas utilizadas reflejan dolor, dolor por la muerte, por la soledad, por el encierro, por una vida sin sentido bajo el cetro de una madre castradora.

Por otra parte, las luces juegan un papel simbólico entre la aparente tranquilidad de la noche (azul) y la pasión, la sangre vertida por la pérdida de la virginidad como por la muerte de Adela (roja). En cuanto al vestuario, predominaron el blanco y el negro, que para muchos son la ausencia de color como lo fue la vida de todas las hijas, las criadas y de la propia Bernarda. ¿Puede haber color en un mundo donde haya un mandamás y los demás estén oprimidos bajo el yugo del autoritarismo? La única que trata de romper esta opresión es Adela que se presenta con un vestido verde que simboliza las ganas de vivir, la juventud, la esperanza de una vida mejor que para todo ser tirano son sinónimos de rebelión.

La caracterización de Martirio (penca y jorobada) interpretada por Mariana Ferreira, cuya voz baja y cascada acompaña muy bien la expresión corporal defectuosa de su personaje y los sentimientos del mismo, hace que la maléfica intención sea transmitida de una manera espeluznante. También tenemos a un personaje lunático como María Josefa (interpretada por Rosa Barrios) cuya voz estridente rompe con todos los tonos para dar ese ambiente de desquicio donde no hay vida, donde no hay espuma (símbolo del varón) y donde no hay libertad (el mar).

En cuanto a la utilería, tenemos el abanico rojo dado por Adela a su madre en el día de la muerte de su padre. Este acto es una afrenta, un deseo de contradecir los cánones sociales hasta en la muerte. Por cierto, Adela (Andrea Arriola) hace esto en todos sus actos, desde el comienzo hasta el fin de la obra, hasta con el símbolo fálico (el bastón) representado en las manos de Bernarda.

La música está muy bien, es andaluza aunque hubiera sido bueno no eliminar la poesía de los segadores sino llevarla a la música propiamente dicha. Continuando, podemos hablar de la interpretación dada entre actrices de larga trayectoria y actrices nóveles. Hubo momentos de una interpretación profunda en la que los personajes afloraban por encima de las actrices, especialmente en el enfrentamiento de Martirio y Adela y en el final, que por cierto fue enérgico, vibrante y apoteósico.

Finalmente, se puede decir que la dirección tuvo un arduo trabajo. Hay ciertas introducciones muy llamativas como: la danza de Magdalena, la eliminación de ciertos personajes secundarios y la inclusión de sus parlamentos en boca de los personajes principales, la elipsis de la escena de la cena, la unificación de los tres actos en uno y la idea del encierro entre el primer acto y el segundo. Por otra parte, la colisión de tonos entre las voces de los personajes, los efectos de la noche, los símbolos fálicos del cigarro y el bastón entre otras cosas. Quizás con un poco de esfuerzo se podría mejorar el sonido y darle un poco más de ritmo a la obra, especialmente en el “intermezzo” entre el segundo y el tercer acto, pero aún así podemos congratular tanto a actrices, director, escenógrafo y todos los que componen el elenco del Arlequín Teatro.

Así vemos que la conjunción de lo literario, lo semiótico y lo teatral nos ofrece un espectáculo trágico que en algún momento y quizás siga haciéndolo: reflejó y refleja a la sociedad en que vivimos.

La Casa de Bernarda Alba es una producción nacional digna de ser vista, analizada y apoyada. ¡Un gran aplauso para todos los que la componen!

Nelson Aguilera (actor, escritor y profesor de Literatura)

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